miércoles, 1 de enero de 2014

Perdiendo el control.



No puedo controlar el clima; no puedo controlar los caminos mal hechos, no puedo controlar a los animales, no puedo controlar las miradas de la gente al subirme al camión todos los días, no puedo controlar la varicela de mis monjes, no puedo controlar como les rapan el pelo a mis niñas del orfanato, no puedo controlar si duermo con 8 niñas los horarios de regadera, no puedo controlar a los camiones, no puedo controlar lo que voy a comer o no comer aquí, no puedo controlar mi suerte y no puedo controlar como piensan o sienten otras personas.

Hoy mi intuición es lo que me lleva por el camino. Me gusta pensar que mis instintos son más importantes que mi capacidad de análisis. Que puedo respirar profundo y superar cualquier circunstancia que se presente. Que mis reacciones dependen de mí y de nadie más. Me siento más aliviada, más liviana. Después de todo ¿qué es lo peor que puede pasar? ¿Qué me muera? Creo que la muerte esta subestimada y hay cosas aún peores como vivir agobiado. Viniendo de una persona altamente agobiada en el pasado y con muy bajo índice de tolerancia a la frustración créanme que soy un caso milagroso. Si esto me hubiera pasado hace dos años probablemente ya estaría en el hospital psiquiátrico de Ambalangoda. Aquí he aprendido que nada es tan grave si no lo queremos así; y que a veces lo peor del mundo sólo esta en nuestra cabeza.

Aprendamos a dejarnos llevar y a fluir. No hay nada más importante que lo que tenemos enfrente en este momento. Somos todo y nada pero no somos dueños de nadie, somos parte de algo mucho más grande. La felicidad esta adentro ¿por qué buscarla afuera?


¡Feliz año! Empiécenlo con el pie que quieran. J


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